sábado, 8 de febrero de 2014

Boxeo y Agresión.



Si bien se ha podido apreciar como el boxeo ha estado por largas generaciones siendo practicado es porque el hombre por su naturaleza agresiva y por su naturaleza moral siempre ha creado medios por los cuales pueda demostrarse cómo es, sin tener que romper ese reglamento social bajo el cual las sociedades se han construido, si bien es cierto que la moral cambia con el tiempo, poco cambia la forma de expresión de la pulsión agresiva, siempre ha sido y seguirá siendo en contra de sí mismo, en contra de los demás y contra objetos inanimados, y hasta ahora los mecanismos desarrollados por el aparato psíquico han llevado al hombre a sublimar la tendencia agresiva por medio aceptables, donde en lugar de quedar como un sujeto malvado y perverso será denominado por sus valor, por su coraje y por su habilidad de destruir a otro.


La apreciación del combate no es más que un reflejo de la proyección del espectador por ver sangre, por ver dolor, por ver sufrimiento, que no es obtenido por otro medio más que por el de ser espectador, si bien se puede decir que es deportivamente hablando que se aprecia un evento de esta índole, de cierto hay que en el inconsciente del sujeto esta el deseo por ver sangre y de ver a alguien moliendo a golpes a otros, de esta forma el boxeo resulta un paliativo para la agresividad individual y por supuesto para la colectiva que hace referencia a espectadores.


La apariencia física que la práctica que da el boxeo principalmente sirve a dos instancias la autopercepción y la proyección de cualidades, es decir el sujeto que resulta triunfante en la sublimación de su agresividad se percibe como un sujeto adaptado, como un sujeto capaz que ha logrado vencer a la agresión que lleva dentro de sí, por lo tanto proyecta una imagen de seguridad y confianza hacía el exterior.


Cuando el sujeto no logra adaptarse y la agresión que lleva dentro se filtra, la calidad de vida se desorganiza, por ende la facultad para relacionarse se deteriora y la agresión surge como una pulsión neta, dirigida a la destrucción y al aniquilamiento del que habla Freud en el origen de las guerras.


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