jueves, 27 de diciembre de 2012

Vive, o déjate morir.

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No es acaso algo muy complicado cuando un individuo o nosotros mismos perdemos esa capacidad para observar el mundo, cuando comenzamos a sentir ese vacío existencial, cuando esa búsqueda es iniciada y necesitamos darle sentido a nuestra forma de ver la vida. Los seres humanos llegamos a la vida con ese potencial de vivir armónicamente, gozar, de no padecer falta de identidad y contemplar la belleza que nos rodea.

Con el tiempo y por influencia de la sociedad, la familia y la cultura, el ser humanos es influenciado de modo que su perspectiva es un constructo casi determinado por los demás, considero que suceden dos formas de seguir la vida la primera y lamentable que le puede pasar a un sujeto es que se conforme, se enajene y viva sin “vivir”, pues adopta toda idea haciéndose dependiente de las decisiones e ideas que los demás conciben y generalmente se vuelven en personalidades rígidas, autoritarias, necesitadas del orden para poder controlar la vida, se vuelven idólatras del dinero y el materialismo en un consumismo imparable, donde se desea todo lo que los demás tienen o hacen y en un caso más grave hacer lo que los demás quieran que ese sujeto haga, para mí ahí se deja de ser individuo pues no es más él mismo sino una creación de la moral, de la neurosis y del carácter social, dando como resultado un sujeto con un vacío existencial sin motivaciones, aunque no está del todo perdido, pues como ser humano tiene la capacidad para cambiar e ir rumbo al panorama positivo de la vida, como hombre (haciendo referencia a la raza humana).

El otro caso es conforme ese individuo crece se hace preguntas cada vez más complejas hasta llegar a un estado de duda para conocer la tan rebuscada “verdad”. A lo largo de mi intención de conocerla sólo he podido llegar a que no existe una verdad absoluta más que cada quien percibe y vive de forma diferente. Aunque si hablamos de existencia me atrevo a decir que la verdad consiste en compartir amor, momentos, alegría, caricias, pláticas, vida, y con vida realmente al acto absoluto de vivir, a pesar de escucharse sencillo es todo un proceso, pues debemos pasar por el autoconocimiento, la autoaceptación, la armonía entre la vida privada y pública, pues si bien el hombre debería decidir que actividades realizar, no ser criticado por sus preferencias y crear su propio criterio para discernir del totalitarismo y no ser un “borrego” más. La ambición del hombre no es mala, mientras no sea este el fin sino un medio para lograr esa revolución humana, espiritual y la generación de la identidad, sin embargo si nos orientamos a ser ambiciosos como fin, todo cambia pues, se enseña amar lo nuevo, materiales, que son desechables o inútiles a la vida, con esa inutilidad me refiero que el exceso de objetos no llegan a darle significado a la existencia ni que sean la clave de la felicidad pues en realidad es tapar el “agujero del vacío”. La existencia del hombre esta dotada de ella en realidad con la sencillez de tener pensamientos y un corazón que bombea sangre como la gasolina a un motor.

Tenemos a mi parecer dos opciones si se trata de decidir, pues podemos dejar pasar las “cosas”, o podemos hacer que pasen, y en esto a mi juicio hay tanto sentido, pues cuando dejamos pasar las cosas, nos quitamos a nosotros mismos la oportunidad de sentir la vida, pues nos privamos de acciones, nos privamos de experiencias, de oportunidades, de una forma tan pasiva, que realmente es una lástima pues dejamos los “sueños” (acciones que nos motivan) se desintegren y olvidamos que somos seres sensibles, dotados de tanto potencial. Por otro lado si hacemos que las cosas pasen, haciendo referencia al esfuerzo de ser, de sentir, de experimentar, incluso en actividades que se requiera un mínimo gasto de energía, sin embargo la intención de sentirlo le dota de sentido, pues genera en el hombre una sensación de bienestar.

El hombre debería dejar de contemplar e idolatrar lo inerte que no tiene vida, como es el dinero, la televisión, los productos “innovadores” que realmente no sirven más que para perder el tiempo, pues que contradictorio es querer hacerse de un tiempo libre, para cuando éste exista lo queramos pasar, en mi modo de referirme “dejar pasar las cosas”, “matarlo”, que lo óptimo sería compartir o crear, pues para mí como individuo creo que es lo que mejor podemos hacer como seres humanos sensibles.

Hagan el amor...


Roberto Reyes